Unidad y diversidad de las energías cósmicas
1.
La idea sobre la existencia de propiedades genéricas o compartidas por
toda la materia, no es, como es sabido, tampoco ajena a la energía. La pregunta
en torno a la unidad primigenia de todas las cosas fue desde el surgimiento de
la razón, y con ella del logos, un camino insoslayado en la reflexión de los
hombres. Persistentes consideraciones de pensadores de la antigüedad, en torno un único origen de la diversidad de todo lo existente, quedaron en los diletantes
testimonios de sus discernimientos, como en los casos de Melisso y Diógenes,
quienes dejaron registro de sus intuitivas o razonables percepciones en torno a
la unidad del todo: “Si hubiera muchas
cosas, -decía Melisso de Samos- cada
una tendría que poseer las mismas propiedades que digo posee el Uno,(…).”[1] Una variante perceptiva del filósofo
de la ciudad de Apolonia, y contemporáneo de Melisso, refleja el mismo o
semejante parecer: “Me parece, para
decirlo en uno, que todos los seres, no son sino diversificaciones de uno y el
mismo (...).”[2] Otros continuadores de esa
línea de pensamiento, en la cual se suscribe la creencia o el postulado de la
existencia de una realidad única fue proclamada por Teofrasto,[3] pupilo y continuador de
Aristóteles, por cuyos quilates de lógica y gracia en el decir, fue electo o designado para sucederle en la conducción del Liceo.
2. Estando dentro del cosmos, y aun inimaginablemente solos, la energía
humana no seríale ajena. Debería formar parte, por tanto, de un campo
indistinto, constituido por los átomos y sus diversos órdenes imaginados por hombres
de la antigüedad,[4] como magnitudes invisibles
dentro de una aparente nada. De ella, en el mundo actual, tenemos la
certidumbre de su existencia: la falsa apariencia de la nada en el vacío y la
ubicua realidad de campos de energía existentes dentro del concepto del espacio-tiempo.
La existencia de aquellos vórtices indivisos se confirmó varios siglos después
de que un tal Leucipo,[5] proclamara su existencia,[6]como partícula última,
invisible e indivisible. No lo demostró. No podía ni tenía porque ni cómo
hacerlo. Tal vez lo intuyó o de modo indiferente fue la suya una explicación segmentada
y aparente de una visión onírica, como le ocurre con frecuencia a noctívagos o
noctámbulos con avidez de saber. Tal elucidación, del fondo transparente de la
materia o la energía, se conjugó con la congruencia de Demócrito de Abdera,[7] discípulo polímata de aquel,
para quien, conforme a su parecer, no solo eran indivisibles sino plurales por
desiguales, cuyas combinaciones originaban las diversas substancias. Tales
creencias estaban en oposición contra otras, representadas por quienes suponían
una unidad última, pero inmutable, inamovible, eterna y divina de todas las
cosas existentes en el universo.[8] Sobre aquellas vertientes de pensamiento, en donde confluían monistas y
pluralistas, se edificó la filosofía griega. La proclama compartida, por todos
sus filósofos fue la creencia en el origen único de todo lo conocido. Fue la
materia, la energía o el espíritu, el supuesto inicial de un impar origen, designado
con distintos nombres y matices.[9]
El agua, era para Tales,[10] el origen primero. Para otros el aire, la tierra o los números. Para
Heráclito, inicialmente el fuego y luego el logos o la palabra como invocación
y razonamiento. Esas parecieran, en su
conjunto, las semillas hacia la cuales apuntan no sólo revelaciones arcaicas y
algunas de las más importantes preguntas de la ciencia. Aclarada la
materialidad esencial de la energía y viceversa, cabe preguntarse: ¿Será la
energía humana, parte de un Campo Unificado[11]
de energías cósmicas o acaso una forma única, y por tal diferente y particular,
de las formas energéticas conocidas del universo?[12]
3. La idea en torno al origen material único de toda la materia existente, germinó en personajes, lugares y tiempos distantes. Filón de Alejandría (25 a.C. 45 a.C.),[13] suponía al hombre un microcosmos poseedor de las imágenes de las numerosas naturalezas similares a las estrellas. En el amanecer del siglo xvi, la idea sobre la esencialidad única, conectada, alterable y contenida en un aparente vacío, vuelve a expresarse en el pensamiento de Teofrasto, un notable médico autonombrado como Paracelso y como tal mejor conocido.[14]La persistencia de la creencia en la unidad del origen se mantuvo como materia justificada de conocimiento. En medio del siglo xix, con la adopción del positivismo, la ciencia apartó creencias y conocimientos considerados escuetas especulaciones, carentes de base científica, y por tanto de veracidad, aunque tampoco se hubiere demostrado infundio. Con tales y libérrimas negaciones, quedó atrás un puente de pensamiento, sin continuidad, con las paradójicas y más recientes apreciaciones de la Física Cuántica, acerca de la unidad de la materia y la energía, y en síntesis, acerca de la imagen unitaria del mundo, como lo atestiguan, textos filosóficos del mundo oriental y del occidental y los asombros inconcebibles y originadores de la llamada Mecánica o Física Cuántica.
[1] Melisso de Samos, probablemente nacido en 470 a.C. Estadista,
Filósofo y Comandante Naval, de quien se dice haber influido filosóficamente,
sobre Leucipo y Demócrito. “(…) porque si hay tierra, agua, aire, fuego,
vivientes y muertos, negro y blanco y demás cosas que los hombres decimos darse
de verdad, (…) si las hay pues, y si
nosotros vemos y oímos correctamente, menester es que cada una de estas cosas
posea las mismas propiedades que nos pareció poseer el ser primero
Fragmentos de los Filósofos Presocráticos (p. 257). Juan D. García Bacca. Ediciones del
Ministerio de Educación 1963
[2] Diógenes de Apolonia (450-399 a.C.). Filosofo nacido en Creta y llamado
el físico por sus conocimientos sobre meteorología, compuso la obra Sobre la
naturaleza. “Si hubiera muchas cosas (...) no es posible que cosa alguna, de las que
son diversas una de otra, sea pura y simplemente semejante a otra alguna sin
que sean ya de antemano una y la misma … con todo, todas las cosas viven, ven y
oyen por virtud de uno y el mismo ser, y por virtud del mismo de todas ellas
tienen su peculiar espíritu … y este ser uno y mismo es eterno e inmortal. p.300. García Bacca. Fragmentos, ídem, p.299.
comentados en su compilación.
[3] Teofrasto (apodo) significante de “habla
divinamente” (372 – 287 a.C.). Filósofo y botánico griego, nacido en la isla de
Lesbos. Escribió sobre botánica física, psicología, política y metafísica. Desarrollador
de teoremas de lógica proposicional y de doctrina sobre los silogismos
hipotéticos. Su obra más importante habría sido Caracteres, obra ésta, sobre la
clasificación de los tipos psicológicos. Su verdadero nombre habría sido
Tirtamo. Al parecer apodado por Aristóteles, por la gracia de sus
disertaciones, le sucedió en el Liceo durante 36 años, hasta su muerte,
acontecida a la edad de 85 años.
[4] A Leucipo de Mileto o de
Abdera y a Demócrito de Abdera, conciudadanos y contemporáneos, filósofos, discípulo
y alumno, nacidos aproximadamente entre el siglo V y el IV a de n. e. Se les
reconoce como los autores de la primigenia concepción acerca de la existencia del
átomo y de los átomos, con cuyos planteamientos emerge la concepción atomista
de la realidad.
[5] Hay quienes dudan de su
pasada existencia. No obstante, Juan David García Bacca refiriendo sus ideas y
sus probables lugares de nacimiento señala: “Leucipo, eleata, de Abdera, según unos otros de Melios … Según su opinión las cosas son infinitas en número y
están en interacción mutua; El todo, por el contrario, es un vacío lleno de
cuerpos. Se forman universos de cuerpos al caer estos al vacío y unirse entre
sí según formas circulares.” P313. Fragmentos
de los Filosóficos de los Presocráticos. Biblioteca Venezolana de Cultura
1963.
[6] Por cierto, la explicación de los
Átomos, descrita por Leucipo, pareciera la visión vertiginosa de un sueño: “Átomos,
compacto, gran vacío, separación por división, configuración, disposición,
dirección, dispersión esférica, remolino.” p.309 de la obra en este pie
citada.
[7] Demócrito de Abdera (460 a. C- 370 a. C), filósofo, matemático y polímata griego natural de
Abdera, polis de la región de Tracia, colindante con el Mar Egeo y
relativamente próxima, a Macedonia por el Este y a Constantinopla por el Oeste.
Es reconocido y aludido por sus aportes a la concepción atomista de la materia.
[8] A ella se adscribían Tales de
Mileto, Anaximandro, Anaxímenes, Heráclito, Parménides, Pitágoras y Diógenes de
Apolonia.
[9] Arché, arkhé o arjé, para denominar
el origen primero o el primer elemento de todas las cosas.
[10] Tales de Mileto (624 a. C.-546 a. C). Filósofo
griego. Nació en la colonia griega de Mileto, polis de la región de Jonia en
las costas del otrora mar Egeo o mar Mediterráneo de la actual Turquía. Fundador
de la filosófica Escuela de Mileto. Pensador aforístico y controvertido. Se le
atribuyen aportes en filosofía, matemáticas, geometría, física, astronomía y en
legislación. Quedarían sólo fragmentos de su pensamiento. Se le considera uno
de los precursores de la dialéctica y de la explicación científica sobre del
origen del mundo, de modo contrario a la visión mítica.
[11] La concepción del Campo
Unificado, desde la física cuántica, constituye el intento de comprender el
comportamiento de la energía dentro una sola regularidad tempo-espacial. Se considera que las cuatro fuerzas fundamentales de
la energía: fuerza nuclear fuerte, fuerza nuclear débil, fuerza
electromagnética y fuerza gravitacional, constituyen diferentes manifestaciones
de un único campo universal de energías.
[12] Una concepción energética antiquísima del
Hatha Yoga, en India, supone que todo organismo viviente es tal, por motivo de
la existencia de una energía sutil denominada Prana o energía vital.
[13] La Interpretación de la
Naturaleza y la Psique pp.
[14] Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim nacido un 10 de noviembre en la comuna Teufelsbrucke el distrito de
Einsiedein, Suiza.
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