Los sueños y el tiempo


 

           Pareciera que, suprimiendo la noción corriente del tiempo, como un suceder cíclico, atado a correcciones matemáticas del ciclo terrestre o bien del solar, y aún de los ciclos siderales, es dable aproximarse a una elucidación del tiempo prospectivo y manifestado de los sueños. Permitiría imaginar posibles explicaciones. Acaso para juzgar, no la concurrencia sucesiva, sino la aparente simultaneidad de sucesos en por lo menos algunas dimensiones indudables de la realidad: la psíquica y la tempo-espacial.

2.       No existe, como sabemos, un solo tiempo ni un tiempo uniforme. Contrariedad explicable, por la variabilidad pendular del eje de rotación de la tierra, comparable con el rotar de los trompos. El otro convenido tiempo uniforme del astrónomo, es un patrón de cálculo al cual referir otras clases de flujo temporal. Estas diferencias las explica, de modo riguroso y abundante, Hans Reinchenbach.[1]Aquí parece comenzar el contraste o la desunivosidad del tiempo, dentro de una limitada comprensión, anterior y distinta, de la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein, relacionada con el tema de la energía y la velocidad de luz, cuyo desplazamiento en el espacio, condiciona la apreciación del ahora, de un posible pasado y del tiempo por venir, imaginados y diferenciables por la disposición de imposibles observadores y aún por la intensidad de la vertiginosa y turgente gravedad.

3.         Pareciera improbable intentar comprender la vivencia objetiva de los sueños, sin el conocimiento de las distintas perspectivas y conceptos del tiempo. Existiría, junto con un tiempo biológico, un tiempo interior o tiempo psicológico; y alterno y distinto de éstos, un tiempo externo, definido como la cuarta dimensión o función del espacio, emparentado este, como se sabe, con cálculos y convenciones geométricas y astronómicas.

4.      La intuición primigenia del tiempo parece surgir del acontecer biológico. Del transcurrir de la vida gestada. De la vida que acontece, crece y fenece. La percepción de la continuidad, la discontinuidad y el herrumbre. Las perspectivas mudables y observables en nosotros, los otros y lo otro: en las mutaciones de la vida larga, la degradación, la ancianidad, el correr de las aguas en los ríos o el tránsito de los planetas. El antes y el después de las fases lunares. Existe pues, una empírica perspectiva interior y otra exterior sobre lo aconteciente en el mundo de los seres y en las cosas, como indicio, suposición o intuición de la noción del tiempo. El tiempo interior, por cierto y conocido, constituye un objeto de estudio de la Psicología, tema inseparable, por tanto, de cualquier conocimiento de las distintas realidades tempo-espaciales.

5.       La perspectiva interior también es vinculable con la asincrónica realidad de algún tipo de sueños. Su realidad difiere del concepto de lo metafísico, por escrutables consecuencias fisiológicas y por su condición de noúmeno. No sólo entonces, por apreciaciones energéticas, y por tal, subjetividades ponderables dentro de estudios inter, pluri y transdisciplinares de campos como la Antropología, la Psicología, la Física y la mística.

6.          Lo inconsciente, a través de los sueños, puede anticipar hechos reales, al margen de la idea del tiempo y el espacio, confrontables con emergentes acontecimientos, incluso, inexplicablemente ajenos al mundo del soñador. Como un ejemplo relataré la información recibida en un sueño, antes del cual, momentos antes, me desperté. El minúsculo desvelo me permitió escuchar palabras, por mi pronunciadas, con una voz anciana, pasmosa, ronca y ajena: “díganme, díganme, pues,” a las cuales sucedieron imágenes de una autopista de Caracas, y luego las de una casa antigua, de techos rojos, como las de La Pastora en la misma ciudad.  Encontrábame en lo alto, sobre sus tejas, erguido sobre la línea de cresta de sus dos aguas y ésta se derrumba, imágenes tras las cuales me dicen: “terremoto, un terremoto.” Y acto siguiente muéstranme inscripta en piedra, como la de una cripta, el día de su acontecimiento. Las imágenes no me produjeron angustia. Su proclama, atiné a repetirla con instantánea y premeditada alta voz para los oídos de mi esposa. Esta revelación me fue hecha cinco días previos al 17 de agosto de 1999. Ignoraba que el seísmo acaecería en la ajena Turquía, lugar en el cual la devastación y las muertes resultaron numerosas. El terremoto acontecido en lejanas tierras, me indujo a reflexionar en la teoría del espacio-tiempo continuo, explicado en la física. Tales irrupciones asincrónicas, me recordaron la teoría del espacio-tiempo continuo. No abordaré el ejemplo propuesto por Einstein. Imaginemos otra perspectiva. La existencia un universo despoblado de otros astros, y por tal, carente de espacio y de tiempo, en el cual, todo probable acontecer es sólo posible en el ahora. No antes ni después. Otro supuesto. Imaginemos la inexistencia del sol, del día y de la noche y de los calendarios y del concepto del tiempo. Preguntémonos entonces: ¿En cuál posible o numerada calenda, aconteció el indudable paréntesis del terremoto?  Cómo mero ejercicio de la imaginación, no pareciera impensable la posibilidad de concebir constantes matemáticas con cuales aproximar tiempos siderales dentro de posibles regularidades prospectivas de los sueños. Hemos supuesto su pertinencia. Su entroncado conocimiento con las potencialidades energéticas de la psique, como parcela de estudio de la psicofísica. La matematización de registros parecen ni imposibles ni irrelevantes. Hasta allí no cabría despropósito alguno.

8.        Los sueños reflejan vivencias asociadas con una realidad continua y atemporal, en la cual las tradicionales medidas humanas para medir y comprender el suceder, parecieran carecer de sincronía. Además de espitas para la reflexión, parecieran constituir restos para el estudio de imágenes o sus huellas, dentro del espacio cultural y su preservación en la psique colectiva. La fenomenología de los sueños parece ofrecer argumentos para sustanciar inquisiciones en los predios de la Mecánica Cuántica. 

 9.    No parece incuestionable la aparente existencia del tiempo. Es incuestionable una noción del tiempo como creación humana. Tampoco, hasta ahora, la fundada certeza de Einstein. Valorada ésta, en el mismo ámbito de racionalidades geométricas del tiempo lineal en el cual fluyen distintos puntos hacia diversas direcciones en el espacio, y en el cual se dan por existentes posiciones antecedentes y siguientes. Por de pronto, están conceptuadas y matematizadas varias o muchas percepciones racionales del tiempo. Imaginado este o razonadas aquellas, por el aparente discurrir y la suma muchos instantes; diferenciables por la existencia de procesos en los cuales la materia-energía se transforma. Diríase entonces que el humano tiempo cultural, es. El tiempo expresado en los relojes y calendarios, con los cuales se mide el aparecer, el tránsito y el cese biológico de la vida. La de los hombres, los dinosaurios, las plantas y la mosca, tras su efímero acontecer. Cosa distinta es la noción de la inconmensurable realidad o irrealidad del tiempo continuo del universo y acaso también el de los sueños.

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