Sobre la problematicidad perceptiva de la energía psíquica.
Hemos explicado antes, el aparente poco interés de la psicología por abordar el fenómeno de la delimitación, conversión y potencia de la energía psíquica y la elucidación de sus efectos en expresiones numinosas. [1] Hacerlo, comenzando por el análisis de los aportes de los pioneros (Wundt, Jung, von Grot, Th Lipps) resulta, de modo cierto, imprescindible, sin desconsiderar la complejidad, la posible estreches teórica y el reconocimiento de la insuficiencia, en su tiempo, de medios adecuados para medirla. Hasta ahora, entenderemos por energía psíquica, la observable en los procesos de tipo intelectual, afectivos y emocionales; como distintos de aquella energía desplegada en actos locomotores, mecánicos o de esfuerzo físico. Desde el momento en cual se requirió la conceptuación de la energía psíquica, hubo de diferenciarse entre energía psíquica y fuerza psíquica. A la primera, se le consideró la condición previa para su acaecer en fenómenos como instinto, deseos, voluntad, afecto, at