Sobre el misterio de las energías cósmicas y humanas.
"La novedad, más que la grandeza de las cosas, es la que nos incita a buscar sus causas. Hemos, pues, de juzgar con más reverencia la potencia infinita de la naturaleza y con más humildad nuestra flaqueza e ignorancia"
Miguel De Montaigne
"Es más
fácil desintegrar un átomo que un prejuicio"
Albert Einstein
Por novedosas y desconcertantes, tenemos grandes preguntas en la ciencia actual. También ingentes o
inusitadas y eternas interrogantes del hombre acerca del origen de la vida y
los límites del universo, entre otras, difíciles de responder, cual menos por
misteriosas. ¿Son los misterios sobre el origen y su sentido, más grandes que su
razón?
La vida del
hombre está colmada de enigmas; pero éstos, para el individuo contemporáneo, se
han convertido en asuntos o preguntas ociosas. Una buena parte de los
investigadores y diletantes de todo conocimiento, parecieran darse por
satisfechos, únicamente, con explicaciones científicas, presumiendo acaso
ilimitada suficiencia. Sólo le importan lo sabido desde la ciencia, hasta
cuando unas verdades incompletas, son sustituidas por nuevas investigaciones y
certezas de mayor amplitud.
Después de
indecibles descubrimientos en los dos últimos siglos, todavía se siente
conforme con explicaciones mecanicistas sobre causas y efectos, dentro de un
persistente paradigma, casi cercano al mito, sobre la causación material e
irrestricta de todas las cosas. Pareciera que a ningún conocimiento, fuera
de la ciencia, es posible acceder. Al parecer, pocos se preguntan cómo pudo
ocurrir el acopio de tantos hallazgos antes del nacimiento del método de
Bacon. Se debe decir, por los aportes de diversas filosofías, que sobre
ella o aquellas, se perfeccionaron los métodos para acceder a las frondosidades
del saber. El parto de la verdad ha estado antecedido por el asombro, la
necesaria especulación y la inquisitoria controversia. Algún mínimo
reconocimiento también debemos a la intuición. ¿Fue o es acaso posible el
conocimiento sin la ciencia? ¿Estaremos negando el valor y la trascendencia de
la ciencia? ¿Es acaso la ciencia el único medio para acceder al
conocimiento? ¿Es acaso la filosofía un instrumento legítimo de la
sapiencia? ¿Es deseable y posible el ejercicio de la ciencia sin reflexiones sobre sus puntos de partida y las posibles coordenadas de su llegada?
En las ciencias en general,
grandes preguntas y difíciles respuestas han remodelado la imagen y las posibilidades
de una mejor vida en el mundo. No obstante, interrogantes fundamentales para el
más profundo conocimiento del hombre y de sus potencialidades, siguen sin la
búsqueda de oportunas contestaciones académicas. El salto cualitativo
en la Física del siglo XX, habría sido la comprensión de que la
diversidad de la materia es el resultado de la estructura cuántica subyacente
en ella. Pareciera entonces conveniente conocer la amplitud de las dimensiones
cuánticas. ¿Se reducen éstas al mundo de la materia y la energía, como objetos
de estudio de la física? ¿Es posible o lícito suponer la existencia de
magnitudes cuánticas vinculadas con la energía humana y junto con ella la
relacionada con el pensamiento? ¿Es el hombre un productor de energías
cuánticas? ¿Es imaginable o dable, la existencia de un campo de estudio
correspondiente a una antropofísica?
En la cosmología, algunas
de las preguntas más discutidas estarían referidas a la existencia de la
materia oscura, masa entendida como inabsorbente e
inimitente de radiación, sólo detectable aquella por sus efectos
gravitacionales, ejercidos sobre la materia visible y sobre la estructura del
universo. Igualmente, preguntas como la energía oscura, como cosa distinta de
aquella y como supuesto para entender el porque de la expansión espacio
temporal acelerada del universo. Esta energía sería un posible factor
equilibrante de la fuerza gravitacional de atracción y una energía tal,
correspondiente al 70% del contenido existente en el universo.
En la física
cuántica algunos de los asuntos más relevantes y sus respuestas, son la
racionalización o la aceptación natural del
fenómeno de entrelazamiento de partículas y su posible correlación dentro
fenómenos humanos; la ubicuidad de sus desplazamientos, planteadas en el
Principio de Incertidumbre de Heisenberg; la presumible existencia de universos
paralelos; la probable existencia de once dimensiones en el universo, conforme
a la racionalidad y verosimilitud de fórmulas físicas. Los resultados
acopiados hasta ahora, en torno a la ubicuidad probabilística de las partículas,
permiten preguntar, sí, ¿Es acaso la naturaleza, intrínsecamente
indeterminista? ¿Puede, racionalmente comprenderse que una partícula pueda estar
en varios lugares a la vez?
En el campo de la
Física Cuántica, estas preguntas tienen algunas explicaciones y cartas
aceptables de ciudadanía o racionalidad. La misma racionalidad negada a la
telepatía o la incomprensión y el desdén por el estudio de los fenómenos de la
sincronicidad, en el campo de la psicología. Las
autolimitaciones de la ciencia para confrontarse con lo numinoso, pareciera
radicar en su propia desconfianza. En su escepticismo.
En la comodidad de los métodos existentes. No en su imposibilidad metodológica.
Tampoco en la inexistencia fortuita o sistemática de evidencias
empíricas.
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